Una culpa expiatoria sumergida
en fanatismo lerdo e ignorante,
nos señala y remite a un estigma
inexistente, absurdo... de la calle.
Cargamos un pecado ficticio
por temores mundanos de profetas.
Confunden la lechuga con el lirio
y portan las palabras como cedas.
Creen que su gobierno les protege
cuando los despelleja con descaro.
Aplauden el temor al viernes trece
en tanto se derrama nuestro vaso.
Autor: Jorge de Córdoba
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