El alma no contiene remitentes...
ni guarda las calendas deshojadas.
Se alimenta o desangra con encuentros
que la tocan o pisan a su paso.
El alma no padece las amnesias
selectivas que tienen los poetas.
Al contrario, se forja con detalles,
andando por el borde y precipicio.
El alma se desprende de las dudas
y vuela sin saber de gravedades
ni leyes de dinámicas del aire...
simplemente se eleva al existir.
Autor: Jorge de Córdoba
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