Una flor por un déspota abatida
se dobló de dolores imborrables.
Las afrentas, filosas como sables
derramaron la sangre de su vida.
Justifican su pérfida falacia
a fuerza de amenazas y sobornos.
Piensan que son objetos con adornos
y las rompen sumidas en desgracia.
Me sacuden las leyes del talión
y duele semejante indiferencia.
Debemos permutar la penitencia
por algo que permita solución.
¿Qué pretenden? ¿Que nazcan vengadores
en todas las colonias y ciudades?
La mujer es la luz. Las sociedades
debieran execrar a violadores.
Autor: Jorge de Córdoba
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