La voz que se escuchaba por las plazas
ha cambiado su modo y su premura
ahora ya no grita ni se apura:
se sostiene de cruentas amenazas.
El periodista yace boca abajo.
No piensa ni respira... ya no escribe.
Derramaron la sangre del aljibe
y cortaron verdades a destajo.
El mundo reprobó del homicidio
solo la novedad en el momento...
La sangre, todavía en el cemento,
nos dice que vivimos un presidio.
Autor: Jorge de Córdoba
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