Pude con mis manos
contener su sangre...
Apreté su vida
en montes y valles.
Rogaba en silencio
el poder salvarle...
atendí sus ruegos
en su último impase.
¿De qué nos sirvieron
sapiencias y planes?
Sus cuerpos se enfriaron
en secos parajes.
Canteras y lápidas
mortajas de olanes...
¿De qué le sirvieron
la muerte de pares?
Autor: Jorge de Córdoba
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