Es cierto. Sucumbí por andurriales
de vendettas borrachas de dolor.
Me cegaron los viejos comerciales
del patriotismo atado en el honor.
Mi amiga, confidente y retadora,
creí que tu enseñanza encerraría
en esta vieja caja de Pandora
la rabia acumulada desde el día...
sin embargo, la noche se consuma
y el hedor de la sangre no se olvida...
El odio, pasadizo sin salida,
no restaña la herida ni la bruma.
No puedo perdonar mi cruenta falla
y los gritos que escucho sin querer
escapan de una boca que no calla
pesadillas de un fuego sin arder.
Autor: Jorge de Córdoba
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