No estaban dormidos cubiertos de arena.
Sus ojos opacos que todo decían
acaso un reclamo: ver que se morían
y cielos cobrizos lloraron su pena.
Las misas de muertos de eterna oración
son tantas y tantas que a nadie impresionan.
Con tajos y balas la paz erosionan
pues cortan los cuellos en cada ocasión.
Las blancas mortajas cubiertas de flores
señalan los hechos de llantos vacíos.
Por ello los muertos, los tuyos y míos,
son nuestra amenaza de negros colores.
Autor: Jorge de Córdoba
Dodecasílabos a doble hemistiquio
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