Desperté sin saber que el despertar
me dolía.
No quise recordar lo que sabía...
No reconozco nada, ni el lugar.
Mis brazos, empapados de carmín
se duelen; se estremecen; se marchitan.
Esta guerra no encuentra nunca un fin
y veo que las madres ya no gritan.
Mi México, una tumba siempre abierta;
donde mire, aparecen campos santos...
¿De qué sirve arrancarse viejos mantos
si la Patria se rinde ya desierta?
Autor: Jorge de Córdoba
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