El líquido se escapa tan despacio...
no tiene prisa alguna ni tarea
ni reparo. El camino es cual marea
que carece de ruta en el espacio.
Aunque troce las venas otra vez
mi sangre se detiene al interior.
Un maldito designio superior
me retiene y transforma la embriaguez.
No comprendo, ni puedo figurarme
pa´ qué demonios sigo con aliento.
Los dioses no me dan consentimiento:
No quieren, nuevamente, destrozarme
Mi mente, y corazón, en un cadalso.
Cual patíbulo cruel de la ignominia,
el respirar, me suena a misoginia
y todo en la apariencia: roto y falso.
Autor: Jorge de Córdoba
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