Abre los ojos
y recibe a la muerte.
Mantente erguido
para saldar tu deuda.
Vengo a cobrar
la sangre de mi entraña.
Conoce al fin
quien te libertará
de tu pecado...
y nuestro desconsuelo.
Autor: Jorge de Córdoba
Abre los ojos
y recibe a la muerte.
Mantente erguido
para saldar tu deuda.
Vengo a cobrar
la sangre de mi entraña.
Conoce al fin
quien te libertará
de tu pecado...
y nuestro desconsuelo.
Autor: Jorge de Córdoba
El líquido se escapa tan despacio...
no tiene prisa alguna ni tarea
ni reparo. El camino es cual marea
que carece de ruta en el espacio.
Aunque troce las venas otra vez
mi sangre se detiene al interior.
Un maldito designio superior
me retiene y transforma la embriaguez.
No comprendo, ni puedo figurarme
pa´ qué demonios sigo con aliento.
Los dioses no me dan consentimiento:
No quieren, nuevamente, destrozarme
Mi mente, y corazón, en un cadalso.
Cual patíbulo cruel de la ignominia,
el respirar, me suena a misoginia
y todo en la apariencia: roto y falso.
Autor: Jorge de Córdoba
Una vez que se rompe la confianza
es preciso afrontar su involución:
Como puente gastado por fricción
no se puede forjar en una alianza.
Cuando se muestra el todo, se vulnera.
Es tener la pechera al descubierto,
es dejar que, del agua del desierto,
quede el aroma dulce de madera.
Tus manos sostuvieron mi verdad
y la lanzaste al suelo del descuido.
Ahora las palabras... son un ruido
repetido por toda la ciudad.
Las grietas que se abrieron no se curan
ni precisan perdones o placebos.
Ya no somos siquiera dos mancebos...
acaso, dos caminos, que se apuran.
Autor: Jorge de Córdoba
Nunca aprendí la lección
y en el filo de navaja
con sorpresa y aflicción
sangre sube, sangre baja.
Aposté la misma apuesta
expuesto por la confianza
así obtuve la respuesta:
no forjes ninguna alianza.
Con la rabia de por medio
y la sorpresa patente:
¡Te maldigo, amargo tedio,
con el alma, con la mente!
¡Que se tumben los molinos
y se quemen sus maderas!
¡Buscaremos nuevos vinos
en distintas primaveras!
Autor: Jorge de Córdoba
Y cuando creí
que se ha visto todo
De la distancia llegan nuevos retos...
Es un latido, hermano, una quimera.
Es la flor que descolla entre los setos...
es la causa, el motivo, la primera.
Del romance se aprende por las malas,
por las buenas y toda alternativa.
La Musa es quien nos presta nuevas alas
logrando que la sangre grite viva.
Hoy te digo, mi hermano, que las diosas
existen en los tiempos y en el fuego.
Nos llenan de lecciones tan valiosas
que parece que somos solo un juego.
Sin embargo, formamos eslabones
que sujetan, libertan y enloquecen.
Por ellas se pulieron escalones
y muestran que las almas siempre crecen.
Autor: Jorge de Córdoba