A los huesos que
jamás sucumbieron de dolor
a la simiente que
nunca pasó de la calentura
a la jornada que
trunca pagó la cuenta y factura
a quienes viven de
más... a los cuadros sin color.
Maldice a tu dios y
muere*. ¡Que ésa sea tu sentencia!
pues los golpes que
recibes son los mismos galardones
de aquello que nunca
escribes y perece en los tizones
de quien era y nunca
fuere resultado y penitencia.
¡Desangra tus
intestinos y vomita tu veneno!
Todo lo que le
parece gentil al juicio del hombre
es semilla que
perece... sacrificada... ¡sin nombre!
arrojada en los
caminos, a la vera del terreno.
Autor: Jorge de
Córdoba
* Job 2:9
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