Si mi boca soltase la verdad
y fuese cual remanso de prudencia
despejaría toda oscuridad
acatando la luz de la advertencia.
Sin embargo, me cargo a los demonios
que, de una vez, llamaron a mi puerta.
Presentaron sus falsos testimonios
y dejaron el alma un tanto muerta.
Mis venganzas cazaron asesinos
y llevan en la entraña su alto precio.
En sus tumbas bebí los magros vinos
y pagué mi delirio como un necio.
Bendita la vendetta de los hombres
que los infiernos cobren su pecado.
Y borré de la vida hasta sus nombres,
¡El alma de mis hijos de ha pagado!
Autor: Jorge de Córdoba
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