En una pincelada de
desconcierto
- después de
encontrar las preguntas exactas
y caer en la cuenta
de mi soledad-
extendí, con
seguridad, mis cansados dedos
para sujetar un
trago de cicuta,
mi pase al anhelado
silencio.
¡Cuantas cosas
dimos por sentadas...!
¡Cuantos libros
abortamos después de algunas páginas...!
¡Fueron muchas, las
naves destruidas por el fuego!
¡Fueron más las
que perecieron en blanco!
Hoy, que el cielo
parece una promesa para el arriero
también es una
amenaza para el que vive sin hogar.
Ponemos atención a
una cara de la moneda
y por apatía
desconocemos, que ni sangre ni tinta nos quedan.
Autor: Jorge de
Córdoba